miércoles, 5 de octubre de 2011

PASEO ORNITOLÓGICO. PUENTE DE LA MALENA


     Comienza con la excursión de hoy, una serie de Paseos Ornitológicos que nos llevarán por los rincones naturales más hermosos de Salamanca para conocer todas las aves que habitan sus paisajes. Este proyecto no podía iniciarse en un paraje más atractivo que la sierra de Béjar que, ya antes de acabar el verano, deja ver en sus bosques infinitos, la llegada de las primeras huellas del otoño. El mismo aire fresco que nos sorprende durante las primeras horas de la mañana, irá llenando de colores sus laderas y valles. 

Observando un bando de mitos en el puente de La malena

Partiendo de las calles apretadas de Puerto de Béjar, seguimos durante varios kilómetros la Vía de la Plata hasta el puente de La Malena. Desde el collado de Puerto de Bejar, auténtico corredor natural que comunica la alta meseta norte con las cálidas tierras del sur, seguimos un serpenteante camino que nos lleva hasta las orillas del río Cuerpo de Hombre, sumergidos en un bosque que parece esconder nuestra presencia a sus habitantes. A cada paso, vamos descubriendo los mil pájaros que se esconden en esta espesura atlántico. 
Robles, castaños, fresnos, álamos negros, pinos piñoneros y resineros y  alisos cubren todas las laderas de las sierras del sur de Salamanca. Junto a ellos, un sin fin de arbustos repletos de comida para todas las aves viajeras que cruzan, en estos últimos días del verano, los collados del sistema central, en busca de las más abrigadas dehesas de Extremadura y Andalucia y, quizá, de las lejanas llanuras africanas

Nido de golondrina daurica, fabricado con barro procedente de charcos distintos

  Desde el primer paso, son muchas las aves que aparecen ante nosotros. Sin duda, el más abundante de los pájaros que en estas fechas podemos observar, es el confiado papamoscas cerrojillo. Parece que hay uno en cada rama del bosque. Junto a él, podemos encontrar a varias decenas más de especies. Algunas son tan bonitas como los protestones y tambien abundantes, carboneros y herrerillos comunes. Rebuscando ruidosamente entre la hojarasca del bosque, descubriremos al mirlo y al petirrojo. En los claros abiertos por el ganado en medio del bosque, los zorzales charlos y los primeros bisbitas comunes del año, buscan afanosamente comida entre las vacas. Recorriendo el bosque de árbol en árbol, diminutos mitos, mosquiteros y reyezuelos no dejarán ni una hoja sin mirar en busca de los insectos que necesitan para sobrevivir. Localizamos también al arrendajo y su escandalosa llamada nos alerta de su presencia y quizá nos permita descubrirlo enterrando las bellotas que tanto necesitará durante el invierno y que tantos árboles nuevos nos regala cada año. 

Paseando en busca de pajarillos por la ribera


En el cielo azul, apenas visible entre las copas, los picados de las águilas calzadas rasgan el cielo en busca de algún pajarillo que se asoma despistado entre las ramas o corretea entre los prados en busca de los pequeños insectos que las vacas van levantado. Milanos reales y ratoneros también se dejan ver en los claros del cielo. Algunos se encuentran en plena migración desde las lejanas tierras del norte de Europa y tan solo se dejarán ver cruzando por este collado. Otros, buscarán en estos protegidos valles, la comida que necesitan para pasar el largo invierno castellano.
En el tramo final de nuestra ruta, las laderas pierden pendiente y nos permiten contemplar amplias vistas sobre el valle del Cuerpo de Hombre. Llegamos al puente que permite salvar las frias aguas que desde las más altas cumbres de la sierra de Bejar, llenan de vida estos paisajes hasta su encuentro con el río Alagón, poco antes de entrar en tierras de Extremadura.


En la parte final del recorrido, observamos aves junto a un "milenario" Miliario romano

El calor del sol sobre estas laderas, crea corrientes térmicas sobre las que se cuelgan las enormes águilas culebreras en busca de los reptiles despertados por los últimos calores del verano. Muchas veces, son apenas un punto fijo en el cielo. Otras veces, las veremos erguidas dominando sobre alguna rama seca sus vastos dominios. Estos mismos vientos de ladera que recorren los valles serranos, son la lanzadera que utilizan los buitres leonados y negros para desplazarse desde sus colonias, en la sierra de Lagunilla o, la más lejana sierra de Francia,  para penetrar en la despejada llanura castellana en busca de algún animal muerto, frenando en seco cualquier enfermedad.

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