miércoles, 19 de octubre de 2011

Paseo Ornitológico por Berrocal de Salvatierra

Las dehesas y pastizales que rodean la localidad de Berrocal de Salvatierra son el marco de nuestro segundo Paseo Ornitológico por la Naturaleza Salmantina. Nuevamente, disfrutamos de un día plenamente veraniego con casi 30 grados en las horas centrales del día y un espléndido cielo azul.
Inicio del paseo junto al Ayuntamiento de Berrocal
Nuestro punto de partida fue la iglesia que corona esta pequeña localidad. Desde este mirador natural, contemplamos una amplia panorámica de las sierras salmantinas y avulenses. A lo largo de los 7 kilómetros de paseo, recorremos una sucesión de dehesas, pastizales y la ribera, del ahora seco, rió Alhándiga.

Valle del río Alhándiga desde la iglesia de Berrocal
A pesar de que nuestro grupo era bastante numeroso y del sorprendente calor  de estos primeros días del otoño, fueron muchas las aves que pudimos ver en esta época de plena migración posnupcial. En un amplio frente de migración que cubre toda la península, millones de pequeños paseriformes buscan comida o, simplemente, un breve descanso, en pleno viaje desde sus zonas de nidificación, en el centro y norte de Europa, hasta sus cuarteles de invernada en tierras de África. Las orlas de zarzas y carrascos que, aún escoltan, algunos tramos de nuestra ruta, sirven de descanso a los copiosos bandos de estos viajeros incansables y nos permiten acercarnos, sin molestar, a su quehacer diario.
Una parada en el camino para ver aves

Vicente enseñando en la guía los papamoscas cerrojillos que acabamos de ver
 Más escasos y llamativos resultan los milanos reales, protagonistas destacados de nuestras jornadas de campo durante los largos meses de frío. También en pleno viaje migratorio, ejemplares solitarios y pequeños grupos vuelven a verse por estas fechas por nuestras tierras. Su silueta estilizada y sus estridentes chillidos llenan los cielos del otoño e invierno castellano. En el llano paisaje meseteño, los solitarios y espigados bosquetes de álamos, albergan los dormideros invernales de esta amenazada especie. Desde no se sabe bien dónde, van llegando, solitarios, los inmensos milanos. Con sus vuelos acrobáticos, buscarán entre los desnudos álamos, la rama protectora donde pasarán la gélida noche en compañía de otros milanos y, quizá, de los también vocingleros, cuervos y cornejas. Con la noche ya caída, el cárabo, que comienza su “día” con las últimas luces, observa cauteloso, la llegada de algún milano rezagado.
Silueta característica del milano real
 Transcurridas unas horas desde el amanecer, los rayos del sol van calentando el suelo y el aire. Será en este momento, cuando los inmensos buitres leonados y negros, retomen su actividad. Ya sea desde los altos riscos de la sierra o, quizá, desde la encina donde el buitre tuvo que pasar la noche, sorprendido el día anterior por la desaparición de las corrientes térmicas, los sanitarios del campo salmantino se elevan, sin tener que dar un solo golpe de alas, sobre estas invisibles columnas de aire.  
Corona de buitres levantando desde las sierras cercanas
 Junto a ellos, pudimos descubrir el vuelo de una rezagada cigüeña negra, que tenemos la gran suerte de poder disfrutar sin siquiera usar nuestros prismáticos. Como un fantasma, se pierde sobre las mismas copas de los árboles desde los que apareció elegante y discreta. En su deambular entre las últimas charcas que la sequía no ha llegado a secar, quizá encuentre a alguna congénere, con la que retomar un largo viaje migratorio que le llevará hasta las marismas del Guadalquivir o, quién sabe, si a las sabanas del león africano.
Cigueña negra sobrevolando la zona
 
Más modestos, los ratoneros comunes encuentran en nuestras dehesas todo lo que necesitan para sobrevivir. Desde las mismas corrientes que elevan a otras rapaces o desde alguna encina o roble asomada al claro del bosque, el ratonero busca los roedores que le sirven de sustento. Sin embargo, no deberá confiarse. Las peleonas parejas de cornejas, no cesarán de acosarle, obligándole a buscar la protección de la espesura.
Collalba gris en una pequeña rastrojera junto al camino


Papamoscas y mosquiteros por doquier; collalbas grises y colirrojos tizones en cada roca; bandos divagantes de gruñones rabilargos; invisibles cogujadas y totovías escondidas entre los resecos pastos; tarabillas comunes y norteñas encaramadas en los ralos carrascos; el vuelo de los últimos aviones y golondrinas del año, fueron otros de nuestros compañeros del paseo. Sus vuelos, reclamos y colores nos hicieron disfrutar de un gran día de campo de este largo verano que no quiere dejar paso al otoño.
Viendo en la guía la totovía que estamos escuchamos

Pastizales y encinares por donde discurrió el paseo

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